A Sevilla, porque en sus calles crecimos, sintiendo el pulso de sus días.
A Sevilla, porque nos enseñó a caminar y a soñar en noches de Reyes Magos.
A Sevilla, porque nos cogió de la mano y nos enseñó los más bellos atardeceres.
A Sevilla, porque nos elevó al cielo en cuaresmas eternas.
A Sevilla, porque en ella aprendimos el latido de la vida y el dolor de la muerte.
A Sevilla, porque fue nuestra cuna y será nuestro lecho de descanso eterno.
A Sevilla, por siempre y para siempre.
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